Translate

jueves, 18 de agosto de 2016

EL RELOJ DE GÜIGÜE





EL RELOJ DE GÜIGÜE


Por Naryhan Malave
 
En la Plaza Ávila de la población de Güigüe, perteneciente al municipio Carlos Arvelo, Estado Carabobo, se encuentra un antiguo reloj, genuino y auténtico monumento, como los relojes públicos de Caracas, traídos durante los gobiernos del General Antonio Guzmán Blanco y Joaquín Crespo. 


El antiguo reloj era utilizado para medir el tiempo de los recolectores de café, de la producción sureña de Copetón, Santa Efigenia, Altamira y las Palmas. En muchos lugares aseguran que este reloj fue testigo de las vivencias de Don Antonio Pimentel y el General Juan Vicente Gómez, durante su estadía en la Hacienda el Trompillo, una de sus tantas propiedades.



 Al morir el General Gómez, el elegante reloj, totalmente descompuesto, fue trasladado a la plaza Ávila de Güigüe; allí fue reparado y utilizado para marcar las horas parroquiales del pueblo. Hay quienes dicen que la persona que lo reparó murió a los pocos días.


Más tarde, un hombre de origen italiano de nombre Salvador Consoli, fue operario de dicho reloj y murió luego de abandonar el oficio y marcharse a su tierra natal. Así mismo, Andrés Mijares, a quien llamaban “Chipia”, se sumó a la lista de los difuntos que repararon dicho reloj.



El caso más reciente de los operarios del reloj fue el conocido maestro de esa localidad, Juan Lorenzo, quien se atrevió a poner a funcionar el reloj y al poco tiempo falleció en Valencia. Desde entonces, la historia del misterioso tic tac ha recorrido toda la región central de Venezuela y se convirtió en leyenda, pues “quien repare El Reloj de Güigüe, que prepare el testamento… Porque le quedan pocas horas de vida”.

jueves, 11 de agosto de 2016

LAS DOS HERMANAS







LAS DOS HERMANAS


por Naryhan Malave
La leyenda cuenta que un hombre blanco se enamoró de dos indígenas. Ellas eran hermanas y al poco tiempo se casaron con él. Las mujeres se fueron de su aldea, dejando a su padre y hermanos. Estos le pedían a las ahora esposas que volvieran a la aldea a visitar a su padre, pero ellas no accedían a pesar de la insistencia.
Las dos hermanas nunca regresaron a su aldea natal, que solo quedaba a un día de camino, ni siquiera cuando murió su padre, pues cuando les dieron la trágica notica, ellas pensaron que se trataba de una mentira para convencerlas de ir a la aldea.

Al cabo de cuatro años, los indígenas trasladaron los restos del padre, pues era tradición realizar un ritual. Sin embargo, las hermanas seguían empeñadas en no regresar.
El hombre blanco asistió a la ceremonia en nombre de sus esposas, y los hermanos embriagados con Yareque y chicha, le cortaron la cabeza al blanco, pues pensaban que por culpa de él sus hermanas se habían alejado.
El alma en pena de este hombre se fue tras sus esposas y al verlas, le contó lo sucedido. “Mi amor por ustedes fue mi maldición” y como castigo las convirtió en tonina y manatí.